Es claro que Robert Vargas mantuvo una línea editorial demasiado fuerte hacia la administración de Manuel Jiménez hasta contabilizarse casi la mitad de los artículos referidos a él en una sola portada, pero nunca para desnudar torpezas que hicieran saltar dudas de corrupción, dolo, figureo, payasadas o malos manejos.
Una sola semana ha bastado para que de pronto la figura de Robert, el «periodista» de Santo Domingo Este no se extrañe y todo el que le conoció, ante una administración empeñada en salir en la televisión con planes absurdos dizque para el 2054, o llenando de vergüenza las noticias con su exceso de figureo empujando carros en un aguacero o con casco puesto bajo techo, no exclame: ¡qué falta hace Robert»! y más, viendo cuantos medios y periodistas hasta ayer de un lado de la acera, se apresuran a que el «nuevo administrador» les vea, pisoteando la dignidad propia y hasta el decoro.
Podría escribir mucho sobre el «no estar de acuerdo» en fondos y formas con como Robert Vargas cumplía su rol de periodista pero no se puede evitar no querer que ahora al menos se estudiara divirtiendo con este tsumani de torpezas y ridiculeces, él, seguro, la estaría pasando bien.